domingo, 21 de febrero de 2010

Caja 3

Yo estaba muy nervioso, era lógico, mi primer día de trabajo, mi primer día en la ventanilla de un banco. Coloqué bien mis billetes, tenia la libreta de mi capacitación al costado, una estampa del Señor de los Milagros y mucho miedo de perder algo de plata. El día inició y yo buscaba en las miradas de mis clientes ese consuelo que me hacia falta, el trabajo no me gustaba pero mantenía tranquila a mamá en casa, decían que tiene que ver con lo que estudio, aunque yo me sentía como un eslabón más de la maquinaria operativa.

Buenos días, en que lo puedo atender. Muchas gracias y que tenga un bonito día. Repetitivo, aburrido, soso, con operaciones que individualmente podían sumar mi ingreso neto de un año, aguantando al amargado que seguro hizo cachudo su mujer, a la vieja gorda que no quiere comprarme un seguro, a los que creen que me interesa lo que les paso en la esquina.

Las horas pasaban, se acercaba el cierre y seguía aun nervioso, mi vista se cansa y me niego a usar las gafas. Yo que tanto me quejaba de la capacitación, ahí todo eran risas; ahora, como quisiera haber jalado. Uno a uno los consejos de mi tutor se iban desvaneciendo, los promedios ponderados me engañaron al hacerme creer bueno y seguro, ensaye la situación muchas veces, en réplicas idénticas a la de mi caja, no hay simulador que me haga dejar de estar nervioso. Fue duro, pero viéndolo bien, esa fue la etapa más fácil, me jodió leerme todo el procedimiento de transacciones, tres veces el de seguridad, y todo por un sueldo de empleaducho, si yo no estoy para que me manden, yo no quiero que me midan por cuantas tarjetas afilié al mes.

Ya era casi hora de cerrar y me crispaban exageradamente los nervios, las manos me sudaban como nunca, se que no me va cuadrar la caja al final del día, saque mas efectivo del que permitía el reglamento. Cuando los ladrones entraron, no apreté la alarma, me olvide del procedimiento de seguridad, puse todo el dinero en la bolsa, alcé fuertemente las manos, no lo vi a los ojos, creo que hasta sonreía debajo del pasamontañas. Se llevaron todo en unos pocos minutos, lo tenían todo cronometrado, el tiempo de ingreso, los puntos de salida, incluso cuanto me demoraría en darles el dinero. Cuando llego la policía no hubo tiroteo ni persecución, no fuimos rehenes, nadie resulto herido.

Después de una experiencia tan fuerte dejé el trabajo, mi temperamento no estaba hecho para el puesto, no soportaba el control, la tentación de tanto dinero; no podía estar sonriéndole a todo el mundo, no lo aguantaba. Se que mamá se molestará un poco, que me hará buscar otro trabajo, aunque quizás con mi parte del botín podremos aguantar un tiempito más.

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