lunes, 15 de febrero de 2010

Y el día llegó, y ya casi ni me acuerdo

Llegó el día en el que te dije adiós y ya casi ni me acuerdo.

Apenas me acuerdo de las caras de desconcierto que pusieron tus empleados. Ellos que dices están arriba de mí. Eran unas caras extrañas, mezclaban el desconcierto de no saber quién vendría a reemplazarme y si contaban con el suficiente tiempo para ello. Y se encontraba también en esa mezcla la alegría de saber que me iba, para no volver, por mucho que me hicieran escribir esa "linda carta" que expresaba deseos de retomar un camino que ya desvié por completo.

Ha sido hace apenas un par de horas ya ya casi ni me acuerdo.

Apenas me acuerdo de que mis compañeras me decían que me veía feliz, y que "ya faltan pocas horas para que te vayas", sinceramente no sé si tenían pena o gusto, finalmente se iba el gordo que jalaba poco, que era lento y conchudo, que nunca ofrecía seguros, que nunca se sintió feliz en su caja 1, y que jamás iban a poder controlar como las controlaban a ellas.

Ha sido hace instantes y ya casi ni me acuerdo.

Apenas recuerdo que de rato en rato le decía a uno que otro cliente valioso (sí, de esos que de verdad me agradecían por la buena atención y que no tenían fondos millonarios contigo) que me iría, que viajaría por trabajo y que esperaba que les vaya muy bien. Ellos me decían, emocionados, que me deseaban lo mejor, que en cualquier país me iría mejor que acá, donde estaba absolutamente desperdiciado. Yo no estoy tan de acuerdo, la verdad es que estaba desperdiciándome contigo, no con el Perú, al cual tanto amo y al cual de seguro regresaré para seguir mi vida, obviamente ya sin ti.

Ha pasado poquito tiempo y ya casi ni me acuerdo.

Apenas recuerdo que no estaba el gerente, de seguro tenía una reunión, por momentos me parecía el mejor como persona, ahora lo dudo, en verdad todos son tan fríos, tan poco humanos. Definitivamente no servía para ti, ni tú para mí.

Han pasado segundos y ya casi ni me acuerdo.

Apenas recuerdo que celebramos el cumple del limpiador de la agencia, a él siempre se le veía feliz, a pesar de que ganaba la mitad de lo que yo recibía a fines de mes. A pesar de que recibe siempre tratos de empleado doméstico, "que anda a comprar", "que actualízame el tarifario", "que no hagas bulla con tu aspiradora". Se le veía feliz, quizás porque haciendo lo que hace y ganando lo que gana, sigue sintiéndose un ser vivo.

Ha pasado un rato y ya casi ni me acuerdo.

Apenas me acuerdo que iba sacando las pocas cosas que tenía en mi sitio, algunas boletas de pago antiguas, copias de descansos médicos, uno que otro diario deportivo, solicitudes de préstamos nunca otorgados, mi amplificador de Mp3, mi lonchera, mis hedores, mi esencia, y mi esperanza.

Ha pasado y ya casi ni me acuerdo.

Apenas me acuerdo que al cerrar la agencia recibí unos abrazos tibios, deseos de bonanza, y ganas de ser yo. Al final creo que nadie quiere ser tan infeliz como ellos, tú también lo debes de saber. No te diré nada más que gracias, gracias por darme chamba y soportarme, pero también gracias porque, al igual que cualquier relación, siempre sirve para saber qué es lo que uno quiere y no quiere en la vida. En mi caso aún no sé muy bien lo que quiero, pero sé bien lo que no quiero.

No te preocupes, no te diré que ya no te quiero conmigo, porque de eso ya casi ni me acuerdo.

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