domingo, 29 de noviembre de 2009
Dinero
Volviendo a casa muy de noche, no soy el único que va cansado, que se duerme en los asientos del transporte público, o que va desaliñado por el trajín del día que se muere. Tus ojos verdes en la fila de asientos de enfrente se dormitan por las horas que pasaron frente al monitor de alguna oficina telefónica que tu chaleco delata. La Javier Prado es un infierno disfrazado, menos mal que tengo un buen sitio con vista hacia tu piel, aunque el obeso compañero de asiento se esté babeando en mi hombro por su trabajo de contador en una perfumería que nadie conoce. No dejo de mirarte, aunque me duele un poco la cabeza, sabes las cosas no van tan bien, es fin de mes, y no he llegado a mis metas en el trabajo, el látigo de mi jefe esta vez no fue tan certero, seguro que para el próximo mes me espera uno más grande. El aire esta tan viciado, las ventanas cerradas por el frio de las madres, los estridentes gritos del cobrador por llenar aun más el transporte no hacen que dejes de soñar con horas libres y tiempos mejores. Ese tipo que acaba de subir, tiene en la cara una pena que parezco reconocer, pero si es fin de mes, te deben haber pagado, el terno que desfilas es muy bonito, ¿no es eso suficiente para estar feliz? Si lo vieras me lo dirías, ese gesto en su rostro se llama frustración, el vacio de las horas de oficina, ese insípido sabor a nada que el sueldo no endulza por más que nos digan lo contrario. Por quien se marchitan tus ojos hermosos diez horas al día, por quien llevas las cuentas en un libro diario, en un libro mayor, en un balance mensual, por quien llenas el transporte hasta reventar, por quien construyes casa que no usaras, por quien haces llamadas a desconocidos para venderles veneno en formas de tarjeta, por quien pagas cheques, por quien cumples metas, por quien llegas temprano, por quien juegas a la bolsa, por quien sacrificaste tus sueños, por quien abandonaste tu pueblo natal, por quien cruzaste la frontera, por quien trabajo en un banco, para que al final del año un dólar valga un dólar y medio, para que el dinero crezca, y genere más dinero.
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